Hace poco leí una noticia sobre el impacto de la huella de carbono del sector agrícola, donde se mencionó que la situación no se perfilaba tan bien para los siguientes 10 años y me dejó pensando en que habría que evaluar cuales zonas son las que podrían estar afectando más. Sin embargo, en las siguientes líneas prefiero enfocarme en cómo aportar en diferentes niveles.
Vivimos en un constante proceso de mejora continua y eso, relacionado al sector y a la sostenibilidad, nos lleva a pensar en cómo cuidar el agua, la que debe manejarse en función al suelo, el cultivo, el clima pero sobre todo pensando en los sistemas de riego, que combinando lo anterior, nos permitan optimizar su uso. Esto se conoce como riego tecnificado, en el que se entrega la cantidad de agua que las plantas necesitan, considerando aspectos técnicos como la velocidad de infiltración y capacidad que tiene el suelo para almacenar esta. Todo ello abarca los distintos cultivos y campañas agrícolas que hay en el país y tiene un impacto debido a la cantidad de agua que se utiliza, lo cual puede generar una mayor o menor huella de carbono.
Otra práctica que aporta significativamente es el uso de abonos biológicos y el manejo de microorganismos en el suelo para que estos extraigan o hagan disponible los nutrientes que no lo están. Esto último reduce el uso de fertilizantes químicos. Por otro lado, podemos retomar prácticas ancestrales como la rotación de cultivos, que implica no producir todos los años lo mismo y rotar de un tipo de cultivo a otro para que los nutrientes que se necesitan no se agoten con facilidad. Otra forma es la asociación de cultivos, la cual implica una relación simbiótica que consiste en promover un mejor crecimiento al permitir tanto la absorción de nutrientes, como la incorporación al mismo tiempo de ellos en el suelo. También, hay algo que consiste en el periodo de descansos para terrenos en los que, luego de haber sembrado, se da cierto tiempo sin actividad para una próxima campaña, algo que se continua haciendo de manera rutinaria en muchos lugares de nuestra serranía.
Es importante mencionar que, soportado en tecnología, uno se puede apoyar en imágenes satelitales para identificar zonas de mayor y menor vigor en la plantación, así como también aprovechar las imágenes térmicas, las que determinan la temperatura del suelo y que están directamente relacionadas con el contenido de humedad del mismo.
En esta línea, mi experiencia con SGS me ha permitido implementar y desarrollar el departamento de agricultura de precisión, incorporando el concepto de agricultura 4.0, en el que realizamos, entre otras cosas, análisis para determinar la capacidad productiva de los sistemas agrícolas y sus distintos componentes como el suelo, el agua, los fertilizantes, los propios cultivos, entre otros. Todos ellos soportados en el uso de tecnología satelital y basado en metodología internacionalmente reconocida, buscando contribuir y seguir generando sostenibilidad en el sector.
Jorge Bazo
Global Business Development Manager
SGS
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