En agosto del 2018, Chile dio un paso significativo hacia la sostenibilidad con la promulgación de la Ley 21.100, que prohíbe la entrega de bolsas plásticas en todo el comercio del país, fomentando el uso de alternativas más amigables con el medio ambiente. Según datos del Ministerio del Medio Ambiente, desde la implementación de la ley, se ha evitado el uso de aproximadamente 5 mil millones de bolsas plásticas.
Con el objetivo de reducir el impacto ambiental, los comercios se vieron obligados a considerar otros tipos de envases, principalmente de papel y cartón, como sustitutos de las bolsas plásticas en sus operaciones y entrega de productos al cliente final, cumpliendo a cabalidad la ley para evitar posibles multas y poner en riesgo su reputación empresarial.
Paola Yáñez, especialista en economía circular en SGS en Chile, nos cuenta cómo ha influenciado la adopción de envases alternativos en las empresas.
En busca del cumplimiento normativo y mantener la licencia para operar, el recambio de materialidad fue una acción a implementar de manera inmediata, usando alternativas como bolsas de papel o de tela, sin conocer y evaluar aspectos claves como las características, propiedades y potencialidades de cada material, cambio de comportamiento dependiendo del el uso, funcionalidad y flujo de gestión del material una vez llegue al fin de su vida.
Al analizar la funcionalidad versus el material, se revela la huella ambiental que genera el producto o envase, considerando su ciclo de vida completo, lo que ayuda a las empresas y consumidores a evitar juicios simplistas sobre los materiales.
“Siguiendo el ejemplo, los sectores industriales del petróleo y celulosa presentan un alto consumo de energía, como asimismo en la fabricación de una bolsa. Se debe considerar la huella hídrica de ambos materiales; algunos números aproximados indican que para producir 1.000 bolsas de papel necesitan 3.800 litros de agua y 220 litros para las bolsas plásticas. Por otra parte, ambos materiales son reciclables, pero el plástico presenta una mayor posibilidad de reutilización en comparación a las bolsas de papel. Otro diferenciador sería el costo en el mercado, que ha sido transferido al consumidor y que indudablemente, es un accionador al momento de elegir qué consumimos”, añade Yáñez.
Es en este punto donde la recircularidad juega un papel importante en el sistema para evitar que estos materiales lleguen a vertederos o fuentes de aguas, cuidando además la forma en la que las empresas transmiten sus mensajes para no incurrir en greenwashing. “La trazabilidad y reportabilidad es una herramienta de gestión. Construir el dato cada vez toma mayor relevancia al momento de comunicar las acciones y el avance en las hojas de ruta trazadas por las empresas en temas de Sostenibilidad. Por tanto, las organizaciones deberán comunicar estos temas con mayor transparencia y ética por sobre declaraciones de intenciones e información ambigua en temas ambientales”, complementa Paola.
En este nuevo contexto, surge la oportunidad de mejorar la trazabilidad y promover el reciclaje a través del sello #ElijoReciclar, lanzado en septiembre de 2020 por el Ministerio del Medio Ambiente, a través de la correcta disposición de los residuos. Para obtener el sello, cada envase debe pasar por un proceso de certificación, donde se determine:
- Al menos un 80% del peso del envase debe estar hecho de materiales técnicamente reciclables
- Los materiales que lo componen pueden ser separados del resto del envase para su reciclaje
- Debe existir una demanda actual en la industria del reciclaje por esos materiales
Pero ¿cómo se garantiza la trazabilidad de otro tipo de envases como papel y cartón? recordemos que estos son alternativas sostenibles que pueden ser producidos a partir de fuentes renovables y son biodegradables.
“Es el organismo certificador el que verificará la información, determinando si cumple con los requisitos de acceso al ecoetiquetado (#ElijoReciclar u otro), debiendo informar estos resultados al sistema de gestión en el que se encuentre adherida la empresa dueña del envase evaluado, independiente su materialidad (plástico, papel o cartón). Frente a esto, el código SKU del envase podría convertirse en el ID (Identificador Único o etiqueta de un conjunto de datos) que permita el seguimiento preciso y trazabilidad de la información declarada del producto. La industria del reciclaje es flexible, y, por tanto, el esquema mencionado podrá ir cambiando y ajustándose”, indica Yáñez.
Aún nos queda mucho por avanzar en trazabilidad y gestión de data a lo largo de la cadena de valor, involucrando a todos los actores en los esquemas de valorización. “Como reflexión, más que la prohibición de algún material en específico y el reemplazo de otro, el verdadero desafío es eliminar el concepto de un solo uso, logrando que la infraestructura y flujos de gestión sigan un camino que permita mantener o recuperar su valor e incluso cumplir con características biodegradables, garantizando que su disposición final cumpla con las condiciones para que este proceso realmente sea efectivo”, concluyó Paola.
La prohibición de las bolsas plásticas en Chile fue un paso importante hacia la sostenibilidad y la protección del medio ambiente. La adopción de envases de papel y cartón, junto con la promoción del sello #ElijoReciclar, demuestra el compromiso del país con la reducción de residuos y la promoción de una economía circular, siendo importante recordar la trazabilidad como punto clave, involucrando a todos los individuos y puntos de la cadena.
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